Souleyman bajo una acacia o efectos del progreso en el mundo subdesarrollado
Noemí Juanes | 11 09 2009A la sombra de una acacia, en algún lugar del Sahel, un hombre joven se acerca a un anciano que mira al horizonte y sentándose a su lado le habla de esta manera:
- Padre, perdóneme usted, debo hablarle del problema que tengo.
- ¿Qué sucede Souleyman?, ¿por qué traes esa cara? Siéntate a mi lado y explícame qué te sucede.
- Padre, no voy a poder terminar la casa que empecé a construir el año pasado. Mi esposa y nuestros hijos tendremos que quedarnos su casa, si a usted le parece adecuado.
- ¿Por qué hijo mío? Tú, que eres un hombre previsor; tú, que tienes una mujer trabajadora; vosotros, que habéis sido ahorradores y eficientes. ¿Qué ha sucedido para que me hables así?
- Padre, es por el progreso.
- Cuéntame, hijo ¡¿qué es eso del progreso y cómo puede ser que no te deje avanzar?! Tú que eres agricultor así como lo soy yo y lo fueron tus abuelos en esta misma tierra, cómo es que ahora el desarrollo te impide terminar la construcción de tu casa.
- Se lo explicaré padre mío. Empezaré por lo más cercano y usted lo entenderá.
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- El presupuesto que habíamos calculado al comenzar la construcción de la casa, ha resultado en el día de hoy insuficiente.
- ¿Insuficiente?
- Usted sabe que nuestros campos que antes nos daban los alimentos para preparar nuestros platos, ahora son mayores gracias a los programas del gobierno, pero en su lugar hoy sólo cultivamos algodón.
- Eso que dices es cierto a mi pesar.
- Con el dinero que sacábamos vendiendo el algodón, he podido alimentar a la familia hasta ahora. Pero actualmente, nuestro algodón a pesar de ser de buena calidad, no consigue un precio favorable en el mercado y no se puede vender.
- …
- Algunos países del norte también producen algodón, pero sus gobiernos disponen de más dinero y pueden ofrecer ayudas a los agricultores, éstos las utilizan para comprar maquinaria o materiales que les permiten producir más o ser más eficaces.
- Ya veo, así pueden ofrecer un producto más barato, porque antes de sembrar ya han recuperado el dinero. Tú corres el riego de una mala cosecha o de una invasión de insectos y necesitas más esfuerzo para cultivar menos.
- No solamente padre. Las semillas, el abono, los pesticidas que utilizamos pertenecen a grandes compañías que tienen precios excesivos para nuestras economías. Existe una gran empresa que comercia la mayoría de semillas, éstas son más resistentes a las plagas o a las sequías y son muy fructíferas, su director hace tiempo profetizó “vamos a alimentar al planeta gracias a la biotecnología”.
- ¿Qué ha sucedido entonces?
- Esas semillas no las da la naturaleza, sino que nacen en laboratorios en manos de científicos, y aunque son más resistentes y eficaces no tienen la capacidad de regenerarse, cada año debemos comprar nuevas semillas porque éstas son estériles.
- Así que la tierra ya no te alimenta y lo que cultivas en ella tampoco te da beneficio para alimentarte. ¿Hay algo más que me quieras contar, Souleyman?
- Padre mío, no sólo nuestras semillas deben pagarse, el agua que usted bebe, ahora cuesta dinero. Pertenece a una empresa privada que le ha puesto precio.
- ¿Qué dices? ¿Cómo es posible que se le ponga precio al agua que nos la da la naturaleza? ¿A caso el río, con su feiyyines y sus diablos valen dinero?
- Nuestro gobierno debe responder a ciertas políticas de organismos internacionales, pues tiene una gran deuda que no puede pagar.
- ¿Quieres decir que le debo dinero a alguien?
- No sólo usted padre, con todos los respetos, si no que cada hijo mío vivo y todos lo que nazcan, lo harán con una deuda pendiente y de la misma manera los hijos de sus hijos. Por ese motivo, nuestro gobierno se sujeta a reglas que deberían ayudarle a pagar esa deuda. Entre otras cosas, privatiza el agua, la salud, la educación.
- ¿Qué locura es esa? ¿En qué momento mi salud vale dinero? ¿o nuestra cultura?
- Lo que cuesta es llevarlo al hospital, padre y que le den una cura, porque nuestros remedios ya no son suficientes para curar las actuales enfermedades; cuesta también dinero la educación que mis hijos reciben en la escuela.
- Así es, hijo mío, que no consigues vender tu algodón, ya no cultivas la tierra para que llene el plato de tu familia, la enfermedad ya no se cura con los conocimientos de tus ancestros y además debes pagar para que tus hijos tengan cultura! ¿Es por eso que no puedes pagar tu casa? ¿A eso le llamas progreso?
- Aún hay más padre, los materiales de construcción han aumentado también su precio, algunos hasta un 80%, la madera, las piedras, el cemento, se han encarecido este último año bruscamente.
- En esta región no ha habido ninguna catástrofe natural últimamente, ¿a qué se debe ese repentino encarecimiento?
- Ha sido el resultado de una cadena de consecuencias, el arroz, el trigo y otros alimentos básicos, han aumentado su precio.
- Tampoco ha habido desastre que justifique eso que dices, explícate.
- En primer lugar, ciertos alimentos, como los que le he citado han entrado a cotizar en las bolsas occidentales, eso ha dado lugar a la especulación de materias primas esenciales que han visto subir su precio en poco tiempo.
- Entiendo, así que el arroz corre ahora a la misma velocidad que el oro y el platino.
- Más o menos. Este incremento ha hecho encarecerse otros productos. El señor Alasane que me vendía el cemento tiene que pagar más por la misma cantidad de arroz, éste sube el precio de sus productos para poder recuperar el dinero que ha pagado por el arroz.
- Comprendo al respetable Alasane.
- Padre, ha habido en el mundo una crisis económica mundial, su origen está en las deudas que han contraído gente humilde como nosotros para pagar sus casas.
- Veo que no eres el único con problemas.
- Esta crisis ha tenido consecuencias más o menos graves en todos los países, se han otorgado ayudas a los bancos y a las grandes empresas para evitar que el sistema financiero mundial se hundiera. Sus efectos se extienden aún como los restos de una ola.
- Esto se está complicando, hijo. Dile a tu mujer y a tus hijos que vengan a casa, encontraremos un espacio donde instalaros y juntaremos nuestros esfuerzos para llenar nuestras barrigas.
- Gracias padre es usted muy comprensivo.
- Souleyman hijo de Boubacar y Fatoumata, hijos de Gibrail y de Agaishatou, de Cheick Amadou y de Hamsatou, creo el progreso del que me hablas nos está haciendo a todos más pobres. Mi padre me enseñó a cultivar la tierra, me explicó qué semillas sembrar para poder llenar el plato familiar sin necesitar ninguna moneda para ello, me explicó cuál era el momento para sembrarlas y cuándo debíamos recogerlas. Tu abuela aprendió qué hierbas recoger y dónde encontrarlas y cómo prepararlas para curar a la familia. Por la noche escuchábamos las historias de nuestros antepasados hasta aprenderlas de memoria para transmitirlas a nuestros hijos y así conocer quiénes somos y cómo hemos llegado a este mundo. Es cierto que no sé leer ni escribir, pero conozco mi pasado y conozco todas las lenguas que se hablan en la región, el nombre de los animales, las plantas y las piedras, conozco las fases de la luna, las estaciones del año y sé como guiarme con las estrellas. Pero tú, hijo mío, que has recibido además una educación formal y que puedes entender lo que sucede más allá de nuestras fronteras, tus conocimientos y medios no permiten dar cobijo a tu familia y me estás diciendo además que tienes problemas para alimentarla.
- Así es padre.